Según el Ministerio de Sanidad [1] español, el ictus sigue siendo un problema de salud pública en todo el mundo, asociado a una elevada mortalidad y discapacidad si no se trata adecuadamente.
Unas 120.000 personas sufren un ictus y alrededor de 25.000 fallecen cada año en España por esta causa. Además, es una enfermedad que trae consigo un enorme sufrimiento y un impacto en todas las esferas de la vida.
Se calcula que una de cada seis personas en el mundo padecerá un ictus a lo largo de su vida, siendo la primera causa de discapacidad en Europa y una de las principales causas de muerte.
Puede ocurrir a cualquier edad. De hecho, en los últimos años se ha incrementado su incidencia en un 25% en edades comprendidas entre 20 y 64 años, si bien es más frecuente a partir de los 65 años.
La enfermedad, sin embargo, se puede prevenir: hasta en un 80-90% de los casos, si se actúa a tiempo sobre estilos de vida y factores de riesgo modificables. El problema de estas recomendaciones reside en el hecho de que muchas veces las personas, al encontrarse bien, no las toman en consideración en el momento, y solo las recuerdan cuando un accidente cerebrovascular de este tipo sucede.
Pero, además, el avance de la ciencia también nos está mostrando otros caminos alternativos, como la detección del grado del riesgo de una persona a sufrir un ictus con un análisis de sangre.
Un simple análisis puede salvar una vida
Según un nuevo estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (EE.UU.), publicado en Stroke, un simple análisis de sangre podría permitir a los médicos determinar si una persona puede tener un mayor riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular o deterioro cognitivo durante su vida.
Es posible gracias a la medición de las concentraciones de una red de moléculas inflamatorias en la sangre, que permitiría realizar un cálculo de puntuación de riesgo a sufrir la enfermedad de los vasos pequeños cerebrales, que suele ser una causa común de los accidentes cerebrovasculares y que, además, impacta y contribuye al deterioro cognitivo.
El estudio se ha centrado en una red biológicamente conectada de moléculas inflamatorias (red de interleucina-18 o IL-18), que incluye proteínas y moléculas de señalización utilizadas para combatir diversas infecciones.
Utilizando muestras de sangre e historiales médicos de los participantes, los especialistas han creado un modelo matemático que genera una puntuación de riesgo basada en las concentraciones de las moléculas de la red IL-18. De los más de 2.200 residentes de Framingham incluidos en el estudio, aquellos cuyas puntuaciones de riesgo estaban en el 25% superior tenían un 84% de posibilidades de sufrir un ictus a lo largo de su vida.
6 recomendaciones básicas para prevenir el ictus
Las recomendaciones de las autoridades sanitarias y los profesionales que nos ayudan a prevenir el ictus son muy parecidas a las que nos podrían recomendar para controlar la obesidad o la diabetes: son clave para llevar una vida saludable, en definitivas cuentas. Adoptarlas ayudará a nuestra salud a evitar multitud de enfermedades y patologías, el ictus, entre ellas.
La Sociedad Española de Neurología[2] nos recomienda seguir sus directrices en este sentido:
- La abstinencia o cese del hábito tabáquico
- El cese del consumo excesivo de alcohol
- Evitar la exposición a estrés crónico
- Evitar el sobrepeso o la obesidad
- Seguir una dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva y frutos secos
- Practicar regularmente actividad física